Novedades

Queridos comunidad del GEM:

El año comenzó con una llamada: “Ser comunidad de comunidades, que acompañan enseñando”.

La Navidad es la fiesta de la humildad amante de Dios, del Dios que invierte el orden de lo lógico, el orden de lo debido.

Pablo VI, en la Navidad de 1971, afirmaba: “Dios podría haber venido revestido de gloria, de esplendor, de luz, de fuerza, para asustarnos, para dejarnos con los ojos abiertos por el asombro. No, no. Vino como el más pequeño de los seres, el más frágil, el más débil. ¿Por qué así? Para que nadie tuviera vergüenza de acercarse a él, para que nadie tuviera temor, para que todos lo pudieran sentir cerca, acercarse a él, que no hubiera ya ninguna distancia entre él y nosotros.”

En realidad, Dios quiso nacer pequeño, porque quiso ser amado. De este modo la lógica de la Navidad quiera transformar la lógica del poder, la lógica del mandar.

El GEM no es un algo inmóvil, es algo vital, está conformado por personas, un signo de la vitalidad de la Iglesia en camino, en peregrinación, y por eso —porque está viva— siempre en cambio, en crecimiento.

Con necesidad de una constante conversión evangélica. Volver a aquello que le da sentido: la educación, que es lo propio nuestro. La conversión no tiene una finalidad estética, como si se quisiera hacer que la GEM fuera más bonito; ni puede entenderse como una especie de maquillaje o un cosmético para embellecer el viejo cuerpo del GEM, y ni siquiera como una operación de cirugía plástica para quitarle las arrugas.

En esta perspectiva, cabe señalar que la conversión sólo y únicamente será eficaz si se realiza con hombres y mujeres «renovados». No basta sólo cambiar el personal, sino que hay que llevar a las personas a renovarse espiritual, personal y profesionalmente.

En este camino de conversión es normal, incluso saludable, encontrar dificultades que se podrían presentar según diferentes tipos de resistencia: las resistencias abiertas, que a menudo provienen de la buena voluntad y del diálogo sincero; las resistencias ocultas, que surgen de los corazones temerosos que se alimentan de palabras vacías que desean que todo permanezca como antes; también están las resistencias poco transparentes, que se esconden detrás de palabras justificadoras, refugiándose en las tradiciones, en la formalidad, en lo conocido.

La ausencia de reacción es un signo de muerte. Así que las resistencias buenas son necesarias y merecen ser escuchadas, atendidas y alentadas a que se expresen, porque es un signo de que el cuerpo está vivo.

Todo esto manifiesta que la conversión es un proceso delicado que debe ser vivido con fidelidad a lo esencial, con un continuo discernimiento, con valentía evangélica, con sabiduría eclesial, con escucha atenta, con acciones tenaces, con silencio positivo, con firmes decisiones, con mucha oración.

Dos criterios a tener en cuenta en este constante camino de conversión:

1- Conversión personal

Vuelvo a reiterar la importancia de la conversión individual, sin la cual sería inútil cualquier cambio en las estructuras. El alma de la reforma son los hombres a los que va dirigida y la hacen posible. En efecto, la conversión personal sostiene y fortalece a la comunitaria.

Hay un fuerte vínculo de intercambio entre la actitud personal y la comunitaria. Una sola persona es capaz de hacer tanto bien a todo el cuerpo, pero también podría dañarlo y enfermarlo. Y un cuerpo sano es el que sabe recuperar, acoger, fortalecer, sanar y santificar a sus propios miembros.

2- Conversión pastoral

Recordando la imagen del pastor y siendo el GEM una comunidad de servicio, «nos hace bien también a nosotros dejar que el rostro de Dios Buen Pastor nos ilumine, nos purifique, nos transforme y nos restituya plenamente renovados a nuestra misión: acompañar educando. Que también en nuestros ambientes de trabajo podamos sentir, cultivar y practicar un fuerte sentido pastoral, sobre todo hacia las personas con las que nos encontramos todos los días. Que nadie se sienta ignorado o destratado, sino que cada uno pueda experimentar el cuidado atento del Buen Pastor». Detrás de los papeles hay personas. Lo decíamos el año pasado.

El compromiso de todo el GEM ha de estar animado por una pastoralidad y una espiritualidad de servicio y de comunión, ya que este es el antídoto contra la vana ambición y de la rivalidad engañosa.

Podríamos decir que hay tres niveles de la conversión:

Hay un cristianismo que se sitúa en la inteligencia, es un asentimiento intelectual a la fe, a las normas, a la moral. Un cristianismo formal, objetivo, legal… es el más común, es aquel con el que solemos conformarnos, con el que creemos asegurarnos la salvación. Está bien, pero no basta, no alcanza. Es no ser ni frío ni caliente, es la tibieza, la mediocridad. Es ley, no amor: la ley se cumple desde sí, sin necesidad de salir de sí; el amor, en cambio, es vida, vida vivida hacia el otro: vida entregada a Dios.

Hay también un cristianismo del corazón, de la interioridad: consiste en dejarse fecundar por la Palabra y la Eucaristía en el corazón, es un cristianismo donde la inteligencia late y el latido comprende. Y, sin embargo, tampoco esto, tampoco la contemplación basta, tampoco la pura interioridad es vida en abundancia, tampoco esto llegar hasta el fondo de la conversión. Es ser uno mismo pero sin el otro, sin el otro que me salva de mi autosatisfacción espiritual.

Por eso es finalmente en la sangre, recién en la sangre, donde el cristianismo es cristiano, es en la sangre donde la vida es vida, vida eterna. Nuestro ser cristiano tiene que circular por nuestra sangre, tiene que ser lo que unifica nuestra vida, lo que la hace solidaria, y en esa solidaridad la hermana con toda sangre humana. Esa solidaridad, esa hermandad, es el fruto y la medida de nuestra conversión, en esa hermandad se reconoce si circula o no por nosotros la sangre de Dios.

Solamente en medio de esa hermandad, Navidad será un nacer y no solo un celebrar, no un regalar lo que se compra sino entregar lo que se es, porque solo entregando la vida se llega a nacer.

Por eso la invitación para el año próximo es: “Educar la mirada, transformar el corazón”.

Feliz Navidad. Bendecido tiempo de vacaciones.